La amistad entre el papa Francisco y Geneviève Jeanningros, la monja francesa que ignoró el protocolo para orar ante el ataúd del pontífice

Geneviève-Josèphe Jeanningros. Hasta el miércoles, el nombre de esta monja francesa, de 82 años, era conocido por solo un puñado de personas.
Sin embargo, con su decisión de quedarse inmóvil frente al ataúd del papa Francisco durante unos minutos, eso ha cambiado.
La imagen de la pequeña religiosa con su cofia (velo) azul y una mochila verde en la espalda, rezando y llorando ante el féretro del pontífice argentino, mientras a su lado pasaban los cardenales, ha conmovido al mundo.
El protocolo dispuesto por el Vaticano para la capilla ardiente del papa prohíbe expresamente detenerse ante su cuerpo, el cual está ubicado a los pies del altar mayor de la Basílica de San Pedro, y todo aquel que intenta saltarse la norma es conminado por el personal de seguridad a cumplirlo.

Ella es una de las miles de personas que querían dar su último adiós al papa. Esta mañana, a las 9.00 horas, ha comenzado el ritual en la capilla de la residencia de Santa Marta, el hogar del papa Francisco durante su papado. Tras una ceremonia discreta, dirigida por el cardenal camarlengo —que lidera el Vaticano durante la sede vacante— se ha puesto en marcha el cortejo fúnebre.
Al ritmo de la campana de los difuntos, cerca de 80 cardenales han acompañado al féretro en una procesión pausada. También iba la llamada familia laica del papa: sus tres secretarios, su enfermero y sus asistentes.
El ataúd, sencillo y abierto, lo han portado 14 sediarios, como se conoce desde hace siglos a los encargados de llevar los restos del pontífice. El féretro ha sido escoltado por las calles del Vaticano por la Guardia Suiza hasta San Pedro.
En la plaza aguardaban más de 20.000 personas en un silencio que han roto con aplausos ante la llegada del pontífice. Ya en el interior de la basílica, el cuerpo ha sido colocado ante el altar de confesión sobre una pequeña plataforma, ligeramente inclinada y no sobre un catafalco, según pidió Francisco. El papa quería sencillez: ha ido vestido con una casulla roja, en vez de con un atuendo especial, y con una mitra que ya había utilizado.
Antes de permitir la entrada al público, se ha celebrado un servicio en el que el camarlengo ha pedido a Dios que dé al pontífice un “descanso eterno”.